Hoy debo redactar una nueva nota necrológica.
Muñeca China ha cerrado definitivamente.
Me dirigí allí a degustar su excelente (y económico) menú oriental como en ocasiones anteriores, pero esta vez solo pude tomarme una cerveza con uno de los albañiles rusos que lo están desmantelando.
Era el tercer local y último superviviente de la Santísima Trinidad de los bares hawaianos madrileños originarios, por lo que con su desaparición se cierra la historia de los tiki pioneros españoles que comenzó a mitad de los años sesenta.

Es cierto que se trata de una perdida más simbólica que real. Sus días de gloria Tiki habían pasado hace ya mucho y su bar hawaiano llevaba un par de decadas cerrado, pero aún así Muñeca China conservaba aún algo de su encanto exótico y todavía formaba parte de mis particulares rituales Tiki, por lo que no puedo evitar cierto sentimiento de perdida.
Era una tradición consolidada acudir periódicamente a degustar su cocina (fetichismos a parte, era realmente un buen restaurante)e intentar introducirme cada vez un poco más en la misteriosa planta baja, que en otro tiempo albergó el bar.
Pero sobre todo disfrutar de lo que quedaba de su esplendoroso pasado como templo Tiki, unos pocos vasos-reliquia y especialmente lo que las camareras denominaban "pajaritos eléctricos", un envolvente sistema de audio con sonido de aves exóticas, que era puesto en marcha a petición de los clientes que conocian el secreto.
En fin, no somos nada.