
Un
tiki room o
salita tiki es ese legendario lugar que permite a su afortunado propietario disfrutar los placeres de un auténtico
tiki bar dentro de su propio hogar.
Y no un
tiki bar cualquiera, sino el mejor del universo.
Siempre abierto y decorado con el más exquisito estilo.
Dondel siempre suena la música perfecta y se mezclan esos combinados que hace
decadas no te servirán ningún otro establecimiento. En definitiva, un lugar en el cual puede
disfrutarse de todas las
prerrogativas del Juan Palomo
Tiki Style.
Lamentablemente debido
principalmente a los problemas de espacio que sufrimos la mayoría de los habitantes de las ciudades del continente europeo (y a cierta falta de arraigo de las cosas
tiki, que todo hay que decirlo), no es algo muy habitual en estas latitudes y debemos limitarnos a contemplar con deseo y admiración las espectaculares
salitas tiki que crean nuestros amigos americanos en habitaciones de tamaño superior al de nuestros modestos
pisitos.
Sí, es muy dura la vida del adicto europeo.

Pero es cierto aquello de que lo que no te mata te hace más fuerte. Así que después de ser violentamente expulsado y
apalizado en remotos bares polinesios al ser tomado por un inspector de la
SGAE (demasiadas preguntas, amigo), acudir a espeluznantes
convenciones de coleccionistas de
posavasos, soportar durante años los terribles gastos de envío en las compras por Internet y esos otro mil trances arriesgados a los que se ve el expuesto el
tiki aficionado cada día, el proyecto de un crear mi propia
salita tiki dejó de
atemorizarme.

Así, aunque la naturaleza no me ha dotado
adecuadamente para el bricolaje y estamos en un medio hostil para este tipo de proyectos, me puse manos a la obra.
Tras varios meses trabajo y
automutilaciones con diferentes tipos de herramientas, en los que en la mayoría de las ocasiones ha sido necesario acudir a inconfesables soluciones más propias de Pepe Gotera y
Otilio que de
Bamboo Ben y los maestros norteamericanos del arte del tiki bar o buscar materiales en lugares tan poco dados a lo exótico como
Leroy Merlin o
Ikea en lugar de recurrir a
Oceanic Arts y otras tiendas del ramo, los trabajos llegaron finalmente a buen término. O al menos ha alcanzaron un estado casi aceptable , porque algo que pronto se aprende es una
salita tiki jamás podrá darse por terminado.
Solo quedaba proceder a la inauguración y para festejar
adecuadamente el acontecimiento, aprovechamos la visita que
Lady Eve,
Mr.
Iván y
Monete Chu realizaron a Madrid hace unos meses, aportando con su presencia el lustre que la ocasión requería.
Lamentablemente distintas circunstancias impidieron la asistencia de otros destacados miembros de nuestra comunidad, a los que se echó de menos, pero como dice la polémica
coplilla “el
tiki bar está abierto” y otras ocasiones habrá.

No se sacrificaron cerdos ni hubo danzas rituales.
Fue una velada intima en la que se bebió, se cotorreó y se sufrieron imprevistos técnicos, como debe ocurrir en cualquier inauguración que se precie.
Precisamente uno de estos imprevistos produjo uno de los momentos más memorables de la noche. La iluminación falló mientras Mr. Iván preparaba la imprescindible ronda de Mai Tais, dándole ocasión de demostrar que es capaz de mezclar extraordinarios Mai Tais a ciegas.
Algo que ya todos sospechabamos.
Ya han pasado unos meses desde aquella noche y el lugar ya tiene el suficiente rodaje para que me atreva a darle algo más difusión a su existencia. Todo aquel que necesite escapar de la dura vida en la
metropoli durante unas horas y tenga una botella de ron añejo bajo el brazo será bienvenido a esta humilde
salita tiki.