Es posible que los más veteranos visitantes del blog recuerden cuando hablamos aquí de la construcción de un espectacular complejo hotelero Tiki en la costa de Málaga. Las circunstancias económicas de aquel momento no parecian augurar un futuro muy prometedor para semejante propósito y todo parecía indicar que se trataba de algo condenado a terminar sin remedio en el limbo de los proyectos nunca realizados.
Pero si algo hemos sacado en claro de la historia del Pop Polinesio en España es que cuando un hostelerode nuestro país sucumbe a la fiebre del Tiki, no hay obstáculo suficientemente grande como para impedirque lleve a cabo su idea por muy descabellada que esta sea. Y así, como ya sucedió en la primera explosión Pop Polinésica de comienzos de los 70, los principios básicos de la economía y ni siquiera el sentido común resultan aplicables cuando se trata de asuntos Tiki, y ahora con una situación económica que casi nos hace añorar la de cuatro años atrás cuando tratamos este tema, contamos en nuestra costa con lo que probablemente sea el mayor, si no único, complejo hotelero Tiki del planeta.
En los tiempos que corren es inevitable aproximarse con excepticismo a un proyecto semejante, pero cuando uno lee en la publicidad del establecimiento frases como “viajar a los mares del sur sin salir de la Costa del Sol. Puede parecer imposible, pero alojarse en Holiday Polynesia transporta al cliente a miles de kilómetros, a las exóticas islas que inspiran el diseño de este hotel”, empieza a sentir que esta gente sabe más de un par cosas acerca del sentido del Pop Polinesio y la incredulidad inicial comienza a transformarse en deseo irrefrenable de embarcarse en este viaje a exóticos y lejanos destinos con solo una muda limpia y un billete de autobús.
Las pocas dudas que aún nos pudieran quedar se disipan totalmente, en el mismo momento en el que llegamos al hotel y somos recibido por una enorme estructura en A, como nunca antes se había visto en nuestro país, a cuyos lados se han materializado aquellas “singulares figuras etnicas” ,que en su día mencionaba el proyecto, en forma de postes Tiki de unas dimensiones capaces de provocar vértigo al más curtido aficionado a las cosas del Pop Polinesio.
Si después de pellizcarnos para superar el estupor seguimos adelante, nos encontraremos con un exuberante jardin-lobby con luz natural, donde se encuentra la recepción y junto a ella gran lago central que separa las tres áreas diferenciadas en las que se divide el hotel: Bora Bora, Isla de Pascua y Samoa. Todas ellas pobladas con una frondosa flora tropical y empleando como elementos decorativos como estanques,cascadas, puentes colgantes, aves y reptiles exóticos, y por supuesto abundantes “singulares figuras étnicas”.
El complejo cuenta también con todos los servicios y amenidades habituales en este tipo de establecimientos, todas ellas debidamente tikificadas, aunque en algunas ocasiones solo sea nominalmente. Pero sinceramente es difícil ser quisquilloso ante la perspectiva de quien puede resistirse a relajarse después de una larga jornada de no hacer nada en el Spa Monoi o el piano bar Mai Tai, cenar en restaurante Maeva, echarse un bailecito en la discoteca Ukulele.
Aunque todas las islas de este falso paraíso Pop Polinésico son igualmente recomendables, pero si debemos elegir una entre ellas, renunciamos con lágrimas en los ojos a nuestra amada a Bora Bora, y optamos por Rapa Nui, que es la que cuenta la decoración más exuberante, que entre otras maravillas incluye un imbatible jardín de moais.
Sin embargo hay que reconocer que no todo es perfecto en el paraíso. Las propias dimensiones desmesuradas del establecimiento y el excesivo empleo de materiales como el mármol o el metal provocan cierta sensación de frialdad y los más ortodoxos (yo mismo) se sentirán muchas veces incomodo debido a ciertos detalles incongruentes de decoración colonial y sobre todo de especialmente detestable “exotismo chill out”, tan de estos tiempos. Budas, incienso o mobiliario hindú, son elementos capaces de arruinar el día al aficionado más sensible a las cosas Tiki, pero ya se sabe que las penas con Tikis son menos y eso no es algo que precisamente falte en este complejo hotelero y basta con girar la cabeza hacia un aviario exótico, una pecera tropical o un grupo de Tikis para encontrar alivio. Hasta a las habitualmente irritantes actividades de animación o actuaciones musicales se les puede encontrar su punto simpático si ser realizadas entre ídolos y palmeras, y sobre todo si se cuenta con la inestimable ayuda de una pulsera de “Todo Incluido”.