lunes, 23 de marzo de 2009

CUARENTENA


Aloha.

Un espantoso bicho maligno se apoderó de mi ordenador estos días.
Sí alguno habeis recibido un email, mio ofreciendo farmacos para mejorar vuestra potencia sexual o diciendo que soy una joven rusa ardiente que desea conoceros, no me lo tengais en cuenta. Fué el bicho.
Afortunadamente, no parece que haya consecuencias irreparables y creo que he podido salvar del naufragio todo lo que merecia ser salvado (¡pero que susto!)

Estaré de vuelta en cuanto termine las reparaciones y supere el rechazo que ahora mismo me provocan toda esta cosa de los ordenadores.

jueves, 5 de marzo de 2009

TEMPUS FUGIT

La desaparición de un Tiki bar clásico, el último de su estirpe, y contemplar los escombros de lo que un día fué un paraiso exótico, inevitablemente me lleva a reflexiones sobre el paso del tiempo, que veloz y de forma irremisible todo lo termina.
¿Que fue de tantos Alohas o Waikikis?
¿Que fué de Wawalag o House of Ming?
¿Que fué de aquellos que pasaron en estos lugares tantas noches de dulce y feliz abandono?
¿Que será de nosotros cuando se marchite la flor de nuestra juventud?


Vosotros no sé, pero yo ya tengo mi reserva.
Hombre previsor...

martes, 3 de marzo de 2009

MUÑECA CHINA

Hoy debo redactar una nueva nota necrológica.
Muñeca China ha cerrado definitivamente.
Me dirigí allí a degustar su excelente (y económico) menú oriental como en ocasiones anteriores, pero esta vez solo pude tomarme una cerveza con uno de los albañiles rusos que lo están desmantelando.

Era el tercer local y último superviviente de la Santísima Trinidad de los bares hawaianos madrileños originarios, por lo que con su desaparición se cierra la historia de los tiki pioneros españoles que comenzó a mitad de los años sesenta.


Es cierto que se trata de una perdida más simbólica que real. Sus días de gloria Tiki habían pasado hace ya mucho y su bar hawaiano llevaba un par de decadas cerrado, pero aún así Muñeca China conservaba aún algo de su encanto exótico y todavía formaba parte de mis particulares rituales Tiki, por lo que no puedo evitar cierto sentimiento de perdida.
Era una tradición consolidada acudir periódicamente a degustar su cocina (fetichismos a parte, era realmente un buen restaurante)e intentar introducirme cada vez un poco más en la misteriosa planta baja, que en otro tiempo albergó el bar.
Pero sobre todo disfrutar de lo que quedaba de su esplendoroso pasado como templo Tiki, unos pocos vasos-reliquia y especialmente lo que las camareras denominaban "pajaritos eléctricos", un envolvente sistema de audio con sonido de aves exóticas, que era puesto en marcha a petición de los clientes que conocian el secreto.

En fin, no somos nada.