jueves, 29 de diciembre de 2011

Señor Caníbal

Efteling es un parque de atracciones Holandés inaugurado en los años 50 y situado a algo menos de 100 kilómetros de Amsterdam.
El parque está dedicado al mundo de los cuentos de hadas.
En ese entorno, el apacible corazón de uno de los países considerados como socialmente más avanzados del mundo y en medio de hadas, duendecillos y elfos podemos encontrar a Monsieur Cannibale.



Sin duda, una de las mejores atracciones de feria de inspiración Tiki del Continente.
Es cierto que tal vez no alcance el esplendor exótico de nuestro Port Aventura, pero desde luego es infinitamente superior en cuanto a su nivel de rancia incorrección política, algo cada día más complicado de encontrar al natural y que seguro que todo aficionado a las cosas del Tiki aprecia. Probablemente su insospechada ubicación es la razón que ha permitido que Monsieur Cannibale haya sobrevivido a los esfuerzos de las autoridades por borrar las pruebas de los pecadillos de las generaciones anteriores


La atracción no escatima en bambú, máscaras y Tikis en su decoración y resulta aún más espectacular en invierno, cuando está cubierta por una impresionante estructura en “A” para defenderla de los rigores de la estación. No debe perderse de vista que la instalación fuera realizada a mitad de los 80, años antes de que el revival del Tiki se pusiera en marcha en Norteamérica.


El objeto de Monsieur Cannibale es introducirse dentro de unos ardientes calderos que giran a gran velocidad alrededor de la representación de un caníbal y su joven asistente blanco, realizada de acuerdo a todos los clichés raciales imaginables y en un estilo digno de los mejores Maestros Falleros. El Señor Caníbal devora un helado decorado con una sombrillita y tiene a su lado lo que cualquiera familiarizado con las cosas del Tiki podría considerar un Mai Tai.
Todo esto al alegre y obsesionante ritmo del inmortal clásico de Sacha Distel que da nombre a la atracción.


Uno de los últimos reductos de sana diversión políticamente incorrecta de Europa donde, por el módico precio de un ticket de admisión podemos embarcarnos en un viaje a la época dorada del paternalismo cultural europeo, una época en la que hacer chistes sobre lejanas culturas no era aún tabú y en el que se combina fascinación por el canibalismo, el humor chusco y los estereotipos racistas.
Cosas que no se aprenden en un museo.