miércoles, 16 de febrero de 2011

EL PASAJERO CLANDESTINO

En estos días se habla mucho de Agustí Villaronga, porque ha hecho una película sobre la guerra civil y le han dado algunos premios por ella. Me entero ahora de que se trata un auteur con un poderosísimo universo personal, un director maldito y yo que sé cuantas cosas más.
Pero en su galadornadísimo curriculum hay algunas zonas oscuras. Como un buen bar Tiki.

Villaronga dirigió en 1995 "El pasajero clandestino", una muestra de cine Con-Tiki a la española, adaptación sosa de la novela del mismo nombre de George Simenon.

Tampoco tenía idea de lo de su malditismo, ya que la película está financiada con dinero publico e incluye exteriores innecesariamente rodados en Tahiti. Por lo que uno no puede evitar pensar que la principal a razón de la elección de una de las raras novelas exóticas de Simenon para a desarrollar su poderosísimo universo personal en lugar del habitual entorno parisino del autor sea conseguir una estancia en Polinesia a cargo del erario público. Y eso no es algo como muy de maldito.

En lo que nos toca, unas cuantas escenas rodadas en Polinesia, planos en un bar Tiki, tapa y un actor llamado llamado Tiki Village es mucho más de lo que necesitamos para considerarla un clásico.

La ambientación chirriante, interpretaciones grimosas y el tono general aburrido quedan rápidamente olvidados ante la perspectiva de practicar durante 90 minutos el noble deporte de la caza del Tiki, por lo que salvo que hubiera sido de agradecer que parte del dinero público gastado en la producción hubiera ido a parar a un asesor en camisas hawaianas, cosa que hubiera hecho el visionado más llevadero, no creo que ningún adicto a las cosas del Tiki tenga nada nada objetar contra la película.

martes, 8 de febrero de 2011

JUBE

En este último tiempo hemos hablado de locales con apariencia de bar Tiki que no son de ningún modo un bar Tiki. También de lugares sin aspecto de bar Tiki pero que en cierto modo podrían llegar llegar a ser considerados como tales.
Para evitar perder la cordura en medio de toda esta confusión, parece aconsejable devolver las cosas a su cauce original y retornar al objeto primigenio de estas paginas, el Bar Polinesio Ibérico.
Cadiz fue una provincia con una nada desdeñable actividad Tiki. Allí existieron cerca de media docena Bares Polinesios, buena parte de los cuales lograron sobrevivir hasta bien entrado el siglo XXI. De entre estos Templos Tiki gaditanos, uno de los más esplendorosos fue el Bar Polinesio Jube. Además de por su sofisticado ambiente exótico, el lugar era toda una leyenda local por la exuberante fauna tropical que albergaba. Tanto que los monos que poblaban el lugar pasaron a formar parte del logotipo del bar durante su época de mayor brillo.
Cuando pude visitar este bar por primera vez los monos ya hacía mucho tiempo que habían abandonado el lugar. El resto de la otrora espectacular avifauna se encontraba bastante mermada, y su exótica decoración estaba ya algo deslucida.
Pero el local seguía conservando aún más que suficiente de su antiguo esplendor para seguir constituyendo perfecto ejemplo de hostelería Tiki Ibérica Clásica. Fuentes, mobiliario de inspiración selvática,exuberante vegetación falsa y abundantes muestras de lo mejor de nuestro arte cerámico exótico. Lamentablemente el lugar desapareció cuando solo había podido disfrutar de el unas pocas noches.
Por dolorosa e irreparable que siempre resulte la desaparición de uno de estos lugares, podría pensarse que en realidad no se trataba de un lugar muy distinto de la mayoría de los Bares Tiki que han llegado hasta nuestros días. Pero existen otras las razones por las que la desaparición del Bar Polinesio Jube será llorada por varias generaciones de aficionados a las cosas del Tiki.
Normalmente el explorador de lo Tiki se afana en buscar reliquias artísticas de nuestro esplendoroso estilo Pop Polinésico, pero olvida que estamos hablando de bares. Lugares a los que la gente acudía en buena parte atraída por los misteriosos brebajes que allí se servían, donde si no hubieran sabido llenar sus exótica vasijas con irresistibles combinaciones de licores, el Tiki Español no hubiera llegado a alcanzar el increíble grado de desarrollo que llegó conocer. Sin embargo este originario saber es algo frecuentemente obviado, probablemente por ser considerado totalmente irrecuperable.
Pues bien, la confluencia de una serie de extraños factores, había convertido al Bar Polinesio Jube en nada menos que en un repositorio del largamente olvidado Arte de la Coctelería Tiki Ibérica. Bajo su barra se ocultaba un pequeño libro que recogía todo este antiguo y misterioso conocimiento y que era llevado a la practica de forma rigurosa por una bella bar-tenderesa.
Por suerte no era tan estricta en su papel de guardiana de la tradición y además de poder disfrutarlo in situ, conseguí vislumbrar parte de este arcano saber y hacerme con algunos de sus codiciados secretos. Lo que no pudo rescatarse entonces, probablemente se haya perdido para siempre.
Aún hay más razones para lamentarse. El Bar Polinesio Jube había desarrollado una linea propia de vasijas Tiki(no demasiado sofisticada, todo hay que decirlo), que era obsequiada con cada combinado. Para alguien con afán coleccionista y un hígado fuerte, una visita a el Bar Polinesio Jube se convertía un una noche inolvidable. O tal vez sería más correcto decir irrecordable.
Las circunstancias de la desaparición de Jube fueron especialmente tristes. En mi última visita aún conservaba el nombre, pero se había transformado en un “bar western”. Donde antes habitaban antiguos dioses polinesios de mentira y se decía que que un mono podía recorrer el local de punta a punta sin pisar el suelo hoy solo se encontraremos neones de Budweiser, sillas de montar y diferentes aperos de labranza.
Definitivamente, hay destinos peores que la muerte para un bar Tiki.

martes, 1 de febrero de 2011

OTRAS ISLAS

En la entrada anterior hablamos de un bar no-Tiki que recurría a la imagineria Pop Polinesia para atraer a sus clientes.
Hoy hablaremos de un lugar que no emplea este tipo de elementos, pero que por el contrario, sí posee el espirítu de un buen bar Tiki.
Vivimos en mundo ciertamente complicado.

Se trata de "El Rincón de la Habana", en la calle Reyes de Madrid. Desde luego no es la más prometedora de las denominaciones y probablemente deban existir varias docenas de rincones de la Habana por todo el país.

Sobre el papel tampoco destaca su oferta de cócteles, compuesta basicamente por Ron Collins, daiquiris, mojitos y otros los clásicos de la coctelería cubana. Pero salvo la falta de sorpresa no creo que pueda objetarse nada contra estas recetas, pilares de toda la coctelería tiki, preparada como mandan los cánones, y allí se hace rigurosamente de esta manera.

Con todo Rincón de la Habana tiene poco que ver con el modelo habitual de bar de ambientación cubana.

Al contrario de esa atmósfera tan irritante de agencia de viajes de barrio que es norma en este tipo de bares, con una Cuba de bodeguitas del medio, coches norteamericanos clásicos, arquitectura colonial y músicos octogenarios, en este Rincón nos encontramos con un exuberante entorno de exotismo falso en la estilizada versión exótico-misteriosa de la isla que crearon Les Baxter o Lecuona, llena de de sorprendentes elementos afrocubanos inventados y de Santería Pop.

Si a esto le añadimos varias plantas de menta casi arborescente, unas cuantas cestas de limas y frutas tropicales frescas con las que se preparan sus cócteles y docenas botellas de buen ron (no solamente una cubano, otra feliz anomalía), tenemos un lugar en el que con seguridad ningún el aficionado a las cosas del Tiki se encontrará fuera de lugar.