Erik Hasselberg fue miembro de la más que conocida expedición de la Kon-Tiki.
Era pintor. Llegó a mantener relaciones con Picasso (laborales, entiendase) y suyo es el precioso diseño que decoraba la vela de la nave. Pero el tener experiencia como marinero y algunas nociones de navegación, fueron credenciales suficientes para enrolarse en la expedición.
En 1950 (el mismo año en que se publicó el libro de “su patrón”) apareció “Kon-Tiki y yo” un librito con sus impresiones sobre el viaje.
Al libro, ni siquiera se le suele suele dar la categoría de “juvenil” que al menos si recibe su hermano mayor “La expedición de la Kon-Tiki” y ha sido directamente considerado literatura infantil.
Presumo que gran parte de la culpa de esta concepción la tiene el que el libro esté abundantemente ilustrado y es de todos conocidos que los adultos no leen libros con dibujitos.
Por otra parte, el que un libro de viajes no sea grueso y que no esté cargado de cifras, datos técnicos y a abundantes mapas ilegibles tampoco contribuye a darle la patina de madurez requerida.
Dejaremos la cosa como está y entraremos en debate sobre el concepto de madurez.
Solo decir que para aquellos que no tengan pudor en ser descubiertos tronchados de risa mientras leen un libro lleno monigotes, este es su libro.
La primera (y más recomendable edición) de los 50 se es sencilla de conseguir por un puñado de Euros y la de los 80 (nada desdeñable) a precio de saldo.
No se admiten excusas.
Era pintor. Llegó a mantener relaciones con Picasso (laborales, entiendase) y suyo es el precioso diseño que decoraba la vela de la nave. Pero el tener experiencia como marinero y algunas nociones de navegación, fueron credenciales suficientes para enrolarse en la expedición.
En 1950 (el mismo año en que se publicó el libro de “su patrón”) apareció “Kon-Tiki y yo” un librito con sus impresiones sobre el viaje.
Al libro, ni siquiera se le suele suele dar la categoría de “juvenil” que al menos si recibe su hermano mayor “La expedición de la Kon-Tiki” y ha sido directamente considerado literatura infantil.
Presumo que gran parte de la culpa de esta concepción la tiene el que el libro esté abundantemente ilustrado y es de todos conocidos que los adultos no leen libros con dibujitos.
Por otra parte, el que un libro de viajes no sea grueso y que no esté cargado de cifras, datos técnicos y a abundantes mapas ilegibles tampoco contribuye a darle la patina de madurez requerida.
Dejaremos la cosa como está y entraremos en debate sobre el concepto de madurez.
Solo decir que para aquellos que no tengan pudor en ser descubiertos tronchados de risa mientras leen un libro lleno monigotes, este es su libro.
La primera (y más recomendable edición) de los 50 se es sencilla de conseguir por un puñado de Euros y la de los 80 (nada desdeñable) a precio de saldo.
No se admiten excusas.
1 comentario:
Curioso, Lady Eve me llamó el otro día para decirme que se había encontrado esta joyita en Gijón. Imagino que la edición ochentera.
Es lo de los flujos de energía y todo eso.
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