Antes fue una discoteca que respetó gran parte de la antigua decoración del bar y su fantástico rotulo de neón, pero sus nuevos propietarios lo han convertido en un lugar de adoración del metacrilato y la madera de cerezo. A pesar de este afán por borrar todo vestigio de su pasado tiki, todavía moran en el local los fantasmas de aquella época y se dice que por la noche puede oírse en el edificio el agitar de cocteleras y ruido sorber de pajitas.
Pues bien, en este antro de iniquidad, hasta el próximo 31 de Enero puede verse una exposición sobre Ray y Charles Eames.
Para conocer su obra o debatir su importancia en la historia del diseño, seguro que hay muchos lugares más adecuados que este.
Por mi parte, solo señalar, que a pesar de su brevedad y de un algún detalle chirriante por lo moderniqui de sus planteamientos, resulta altamente recomendable y no defraudará a nadie que aprecie el diseño de los años 50.
Además si alguien está pensando en gastar algunos miles de euros en un regalo para mi, este es un buen lugar para buscar ideas.
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