jueves, 13 de diciembre de 2007

MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA

Seguramente uno de los museos menos visitados de la ciudad.

Salvo algún turista despistado que se ha extraviado camino del Museo del Prado y grupos de escolares que acuden forzados por sus profesores, nadie parece interesado por este lugar.

En principio, puede considerarse que razones no faltan. Lo cierto, es que la mayoría de las piezas de su colección son simples reproducciones o artesanía que no parece difícil conseguir de un vendedor callejero.

A pesar de lo poco prometedor de este panorama, los interesados por la cultura polinesia (la de verdad) , a poco que rebusquen un poco, podrán encontrar material suficiente para justificar una visita.

Para simplificar esta búsqueda y ahorrar fatigas innecesarias al visitante, he aquí la guía del Museo Antropológico del señor Castaway.

Una de sus salas pretende recrear un gabinete de historia natural de finales del s. XIX.
Es aquí donde considero que debe centrarse la visita.

Parece que esta recreación se ha entendido como una bula para exhibir todas las piezas políticamente incorrectas (y por tanto las más divertidas).

Lo que nos encontraremos aquí tiene poco que envidiar al más costroso Freak Show, eso sí, con la coartada del interés del interés antropológico,

Así podemos contemplar varios cráneos con deformidades, una interesante selección de fetos y restos humanos flotando en líquidos turbios, lo que parece ser la estrella de la exhibición, el esqueleto y vaciado en escayola del cuerpo de un supuestamente celebre gigante extremeño y en la más pura tradición de la antropología racista, por considerar a los isleños de los mares de sur como fenómenos de la naturaleza, es en esta misma sala se exhiben también las piezas polinesias.

En primer lugar tenemos 12 mascaras mortuorias de nativos de islas del Pacifico.

Una de las más impresionantes es la de un guerrero maorí.
Las demás, aunque menos llamativas,no desmerecen, produciendo una interesante sensación de atracción-repulsión, que hará que no puedas dejar de contemplarlas hasta que los vigilantes
empiecen a mirarte como una amenaza de las instalaciones.

En segundo lugar tenemos unos bonitos cráneos decorados con barro coloreado y conchas, según las tradiciones funerarias de los mares del sur.

Y para el final he dejado a , mi preferido.
Ni más ni menos que un autentico bol de kava.
No es gran cosa, si lo comparamos con lo que puede verse por esos mundos de dios (lease British Museum), pero es que es el primero que he podido ver "en persona", y además es casi como tenerlo en casa, así que no puedo evitar tenerle cierto cariño.



Todavía nos queda el postre. Recomiendo terminar la visita subiendo a la tercera planta, dedicada a América.

Aquí podremos contemplar un par de cabezas reducidas, una humana y otra de perezoso.

Debidamente estimulados por su visión ya podemos dirigirnos a la salida mientras cantamos a voz en grito, con nuestro mejor falsete, "Jíbaro" y otros éxitos de Yma Sumac, para confirmar a los vigilantes que estaban en lo cierto cuando pensaban que eramos un peligro para las instalaciones.

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