jueves, 16 de septiembre de 2010

EL CAMINO AZUL



"El camino Azul" de Josep María de Segarra es una de las obras imprescindibles de la literatura Española de tema Polinesio. Dentro del género existen libros mucho más enjundiosos y de mejor aprovechamiento pero "El camino Azul" es más que un simple libro. Estamos ante una de esas asombrosas conexiones cósmicas que se producen en el mundo del Pop Polinesio Español y esto es lo que, más allá de sus méritos literarios, lo convierte en objeto de culto y adoración para todo buen fetichista de las cosas del Tiki.
En Diciembre de 1936 en España teníamos una guerra civil en marcha desde hacía varios meses. Tras analizar la situación del país, en un alarde de juicio extraordinario, Josep Mª de Segarra hace las maletas y se marcha a recorrer las islas del Pacífico. El Camino Azul es la crónica de este viaje.
En el puerto de Marsella, Segarra se embarca   abordo del vapor Ramel con rumbo a Tahiti. En esta primera etapa de la travesia, todavía por el familiar Mar Mediterraneo, no había gran cosa que contar por lo que el autor se ocupa principalmente de  despellejar al resto del pasaje. Entre los pasajeros del Ramel que fueron victimas de la pluma cáustica de Segarra se encontraba una pareja de recién casados provenientes del norte de Europa. De ellos dice:
“Pero los dos personajes más obsesionantes son dos novios noruegos. Él es rubio, delgado; tiene cara de niño y cabellera de ángel. A ella, pongámosle un poquito más de pecho que a él –no mucho, - seis onzas más de caderas y el pelo quizá un poquitín más largo, y nos resultará la replica exacta de él. Estás dos criaturas son excesivamente jóvenes. Ella lleva unos pantalones iguales a los de él, y él un abrigo igual al de ella. Envuelven sus cuellos con dos bufandas de la misma lana y parece que ser que los dos vayan metidos dentro de una campana de niebla.
No ríen ni podrán reír nunca; andan por los puentes a grandes zancadas, tan cogidos del brazo, tan pegados el uno al otro, tan ausentes, que diríais que viven una melodía nupcial que no tiene fin. Se ignora en dónde comen o cuándo comen. Probablemente su cabina estará llena de cáscaras de huevo cocido, de latas de leche condensada, de huesos de dátil y de margaritas secas.
Estas pobres criaturas pálidas, nebulosas, que deben haberse casado en una parroquia de Bergen, entre rebaños de corderos y casitas de azúcar, quieren pasar dos años en las Islas Marquesas; probablemente irán a fundir la cera de su corazón bajo la sangre caliente de una flor de hibiscos. Irán seguramente a morir, porque lo dos parecen estar íntimamente comidos por la tuberculosis”
Por si alguien todavía no ha identificado a la parejita, podría ayudar el añadir que   en contra de lo que preveía Segarra no padecieron tuberculosis pero si una buena cantidad de enfermedades tropicales      
y estuvieron a punto de acabar sus días  devorados por los caníbales de las Islas Marquesas. Pero sobre todo que también acabarían recogiendo su experiencia Polinesia en un libro de considerable éxito, que en buena parte fue debido, todo hay que decirlo, a un viaje posterior por el Pacífico del muchacho de la cabellera de ángel y unos amigotes.

Los caminos del Tiki son ciertamente inescrutables.

2 comentarios:

Mr. Ivan dijo...

Bonita conexión, sí señor.

Kailani dijo...

¡Qué historia tan curiosa!¡y vaya coincidencia! Francamente con la "exótica" nunca se sabe... uno siempre se sorprende. ¡Delicioso!.